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dissabte, 9 de desembre del 2017

Els morts al carrer i la guerra psicològica (I) | Coronel Martínez Inglés

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El Coronel Amadeo Martínez Inglés és un exmilitar i escriptor aragonès que va servir a l’Ejército de Tierra espanyol durant més de 40 anys. L’any 1990 va ser expulsat de l’exèrcit després d’haver passat cinc mesos a la presó militar d’Alcalá de Henares per haver fet diverses declaracions a favor d’abolir el servei militar obligatori i la formació d’un exèrcit professional.
Des de llavors, ha publicat llibres com 23-F. El golpe que nunca existió Juan Carlos I, el último Borbón , a més de nombrosos articles on critica la corrupta i decadent monarquia espanyola i desvetlla alguns detalls sobre operacions militars dutes a terme en conflictes -com a mínim- polèmics. És conegut també pel gran ressò mediàtic de les seves accions, com participar en una manifestació contra la invasió d’Iraq vestit amb el seu uniforme militar o infiltrar-se i passejar-se impunement durant 20 minuts uniformat i armat al casament de Felipe i Letícia sense estar-hi convidat, on es disposava a efectuar una declaració de protesta republicana. 
En aquesta ocasió, us oferim en exclusiva la primera part d’un article inèdit on el coronel desvetlla i comenta l’operació de guerra psicològica duta a terme pel Ejército i el Gobierno de España contra el Govern de Catalunya i les aspiracions polítiques dels catalans.

El Gobierno de Rajoy utilizó especialistas en guerra psicológica para tumbar la DUI

Amenazó a los dirigentes políticos catalanes con emplear el Ejército hasta sus últimas consecuencias si ponían en ejecución la declaración de independencia
El Coronel Amadeo Martínez Inglés
Marta Rovira, la secretaria general de ERC no mintió, aunque pudo estar desafortunada en la elección de las palabras empleadas (la expresión “con muertos en la calle” pudo levantar ampollas en algunas conciencias), en sus declaraciones del pasado 17 de Noviembre a la emisora Rac-1 en las que explicitó con bastante detalle que el Ejecutivo del señor Rajoy les había hecho llegar a los máximos dirigentes catalanes amenazas en el sentido de que no dudaría en utilizar al Ejército, llegando si era necesario a “la violencia extrema”, si estos no rebajaban rápida y oportunamente el nivel de enfrentamiento con el Gobierno de la nación.

La dirigente republicana catalana contó, como digo, la verdad, nada más que la verdad pero no exactamente “toda la verdad” que ella sin duda desconocía en aquellos momentos y que era (y es), obviamente, mucho más amplia y compleja que lo  desvelado a la emisora catalana ya que esas hipotéticas advertencias del Gobierno (sugerencias, amenazas o como queramos llamarlas) en realidad formaban parte de todo un operativo secreto a disposición del Gobierno de la nación, a poner en marcha bastante antes del 1-O, y que estaba previsto pudiera alcanzar su máxima virulencia no necesariamente tras una declaración de independencia (que en el caso de producirse finalmente el Gobierno de Madrid pensaba poder neutralizar con el ya famoso artículo 155 de la Constitución) sino tras el previsible intento posterior de los líderes secesionistas catalanes de hacerla cumplir de verdad, de hacerla efectiva a nivel nacional e internacional, con movilizaciones masivas en la calle y ocupación de puntos sensibles de toda Cataluña a cargo de efectivos de los mosssos  o piquetes operativos de la CUP.

          Han pasado ya algunas semanas desde las “escandalosas” declaraciones públicas de la señora Rovira y en estos momentos, iniciada ya la campaña para las próximas elecciones del 21-D, este investigador está en condiciones de afirmar que las susodichas amenazas del Ejecutivo del señor Rajoy a la cúpula separatista catalana, sacadas a la luz pública por la secretaria general de ERC, nunca constituyeron en sí mismas una burda patraña y mucho menos un delirio  personal como inmediatamente fueron calificadas por el aparato político y mediático de La Moncloa sino que existir, existieron, y, además, se planificaron con todo detalle en ámbitos de la vicepresidencia del Gobierno con la oportuna ayuda y asesoramiento de especialistas en guerra psicológica (todo lo que ha ocurrido en los últimos meses entre Barcelona y Madrid en este rocambolesco asunto de la DUI hay que enmarcarlo en una peculiar guerra sin frentes o guerra psicológica) que planificaron y coordinaron un operativo secreto para “hundir la moral de los políticos catalanes” tanto del Govern como del Parlament y así evitar, en primer lugar, la celebración del referéndum del 1-O y, si este lograba salir adelante, que se pusiera en marcha de forma totalmente efectiva y operativa la famosa DUI.

Esta campaña secreta del Gobierno, confeccionada con arreglo a la doctrina muy especial de la guerra psicológica (en España no existen muchos profesionales cualificados en esta novedosa disciplina en principio castrense pero que en las últimas décadas, tras la II GM, se desplazó con fuerza al campo civil), contemplaba los consabidos frentes en los que este tipo de confrontaciones (muchas veces más virtuales que reales) suelen instrumentalizar sus acciones: el político, el económico, el social y el mediático y alcanzaba dos niveles de operatividad diferenciados: uno de “baja intensidad” durante el mes de Septiembre de 2017 (hasta el 1º de Octubre fecha del anunciado referéndum) y otro de mucha “más alta dedicación y esfuerzo operativo” para el caso (que nunca se creyó del todo el Ejecutivo del señor Rajoy) de que la controvertida consulta del 1-O se celebrara por fin y hubiera que neutralizar ipso facto y “a cualquier precio” sus inasumibles consecuencias.

Veamos, pues, amigos, con los datos que yo mismo he podido conseguir, las líneas maestras de esta peculiar campaña psicológica contra el independentismo catalán que de momento, solo por el momento pues el nudo gordiano catalán sigue intacto, parece haber conseguido todos los fines para los que fue diseñado:

En la primera fase de operatividad previa al 1-O se desarrollaron efectivamente acciones puntuales de intimidación (“vectores de incidencia variable”, según el argot de los psicólogos de guerra) a cargo de medios informativos afines al Gobierno. Veamos algunas:
  • El Ejército español envía convoyes a acuartelamientos de Cataluña, concretamente a su base de San Clemente de Sasebas, para reforzar su despliegue en la región ante el agravamiento de la crisis catalana. Información falsa pero apoyada, como es de rigor, en un hecho alternativo real: el desplazamiento de una columna con material de campamento a la citada base de San Clemente procedente de la Agrupación Logística 41 de Zaragoza para adecuar sus instalaciones ante la llegada a la misma de contingentes de policía nacional y Guardia Civil.
  • Los periodistas de investigación de determinado medio digital muy afín al Gobierno “descubren” un convoy militar con decenas de Carros de Combate sobre plataformas de transporte logístico a su paso por la población de Alcalá de Henares y en marcha hacia Zaragoza y posiblemente Barcelona. Se distribuyen fotografías de esas plataformas de transporte cargadas con blindados Leopard. Información falsa, desde luego, pero acorde con la operación de intimidación que comentamos. Las fotos eran viejas y se referían a una unidad de Carros de Combate que en tiempos pretéritos viajó al campo de maniobras de San Gregorio, en la capital maña, para realizar sus rutinarios ejercicios de combate.
  • La Inefable ministra de Defensa, señora Cospedal sale con cara de pocos amigos a los medios y suelta su enigmática amenaza: “las Fuerzas Armadas saben muy bien cuales son sus misiones en defensa de la integridad de España”
  • El Gobierno, a través de su beligerante ministerio del Interior, monta una ridícula y muy mal planificada operación de traslado a Cataluña de miles de policías y guardias civiles a estacionar en barcos atracados en los puertos, hoteles de verano y cuarteles del Ejército. Con una clara y única misión plausible: Intimidar a los dirigentes políticos y sociales catalanes y a la población civil en su conjunto. Un movimiento logístico de los CFSE que nunca debió existir, que dejo desprotegido al país entero y que, ante el peor de los escenarios posibles, nunca debió pasar de 500 antidisturbios de refuerzo.
  • Al margen de estas acciones operativas más o menos planificadas y sin duda mal ejecutadas, la señora vicepresidenta del Gobierno, comandante en jefe del Proceso psicológico de neutralización del otro Proceso enemigo, “el Proces catalán”, ficha a determinados “mediadores” políticos y sociales de toda España para que un día sí, y otro también, antes del 1-O, castiguen los tímpanos de los “jefes de la subversión catalana” con el mantra de lo bueno que sería que el famoso referéndum no se celebrase y las malas, muy malas, consecuencias que conllevaría su celebración.
Podría seguir, amigos, pero creo que es suficiente por el momento para que todos nos vayamos dando cuenta de que el Gobierno del señor Rajoy, en este desagradable asunto de la posible intervención castrense, no ha dejado un solo instante de hacerse el tonto y de denominar como “burda patraña” y “delirio” lo que en realidad fue intimidación y amenazas en el marco de una mala planificación y una peor ejecución en un operativo pedestre de “guerra psicológica”.


Pero voy a seguir un poco más, si me lo permiten, ahondando en la segunda fase de ese plan, el que puso en marcha la señora vicepresidenta después de su pérdida de papeles personal del 1-O ordenando la entrada en acción de los CFSE en los centros de votación cuando tuvo constancia del éxito de la apuesta soberanista en el tira y afloja de las urnas y las papeletas. Y que hizo que todo el Gobierno de la nación, absolutamente todo, entrara en pánico institucional después de que las televisiones de medio mundo recogieran en sus telediarios semejante efeméride patria. Lo peor es que la vieron miles de millones de ciudadanos en todo el planeta con la amarga consecuencia de conocer en tiempo real como las gasta este país y que clase de democracia franquista padecemos todavía a día de hoy.


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