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dimecres, 27 de febrer del 2019

Entra la banda | Ramon Cotarelo

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Ayer, las declaraciones de Jordi Cuixart y Carme Forcadell pusieron punto final al ridículo proceso del 1-O. Ridículo por cuanto la imagen que está fabricándose para la historia hunde definitivamente a España sin que centurias de Borrelles puedan salvarla.

No hay caso y el colofón de Cuixart es definitivo. Al declarar que su prioridad no es salir de la cárcel, sino denunciar el ataque del Estado español (en cuyo nombre administran justicia los jueces) a los derechos fundamentales en Catalunya y España, ha vaciado de contenido toda la causa, convertido en muñecos rotos a los fiscales y magistrados, y proyectado el pleito a un ámbito colectivo e histórico en el que el Estado tiene la batalla perdida. Y lo saben todos quienes tienen un papel en esta farsa.

De forma que, concluida la formalidad de las presentaciones y, siguiendo el ejemplo de las buenas familias, se da paso a los payasos. Citados a declarar el presidente y la vicepresidenta del gobierno más corrupto de la historia de la "democracia", el frente de un partido judicialmente considerado una asociación de malhechores. Citados a declarar como testigos.

Y dicen que no es un juicio político. Es político e histriónico. Del presidente consta la firme sospecha de que ya mintió como testigo en sede judicial en uno de los infinitos procesos de la Gürtel. También en sede parlamentaria; bueno, en esta en innumerables ocasiones y sin sospecha alguna: mentiras como castillos. De la vicepresidenta hay momentos sublimes. Tomó directamente la responsabilidad de la "cuestión catalana", fue "virreina de Catalunya", se entrometió descaradamente en el Tribunal Constitucional y el Supremo y dictó una reforma inconstitucional de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional que este aceptó sumisamente y por la cual se convertía en alguacil de sus propias sentencias. Como resultado de tanta bambolla, llegó a jactarse de haber descabezado a los independentistas.

Bien. La descabezada fue ella y con todo su gobierno. Todos con la testa bajo el brazo. Y con la testa bajo el brazo comparecen ante el Supremo. Por eso son zombies. Verdaderos ravenants, que vienen del olvido a echar una mano al desastre de las acusaciones y convertirlo ya en una catástrofe propia de los hermanos Marx. 

Hasta ahora, los independentistas han hecho caer dos gobiernos españoles. Y siguen en una posición de condicionar la política del reino. Ante esta posibilidad, sobra, a mi entender, todo debate sobre si el independentismo debe o no presentarse a unas elecciones. Por supuesto que sí. La política que no hagas, ya se sabe, la harán contra ti. 

Lo suyo es votar en masa en las próximas legislativas. Y lo ideal, votar en masa una candidatura unitaria que incluya a todos/as. De no ser posible, concurran los independentistas cada cual por su discurso. De nuevo aquí sería ideal que fueran todas/dos, incluida la CUP. Para formar luego un grupo indepndentista en las Cortes. Un grupo de coordinación de la guerra contra el Estado que los indepes se ven obligados a llevar dentro del Estado. Fuera de este, fuera de su alcance, el Consell de la República tiene una importancia capital porque es la cara exterior de una República que lucha por articularse en el interior.

Publicado por Ramón Cotarelo

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