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Podemos se deshace en cumplimiento del
destino de faccionalismo y personalismo comunistas que lleva en su seno. En esta
penúltima trifulca al uso de la "verdadera" izquierda, juega también un papel
confuso el pulso de las generaciones. Las de Carmena y Errejón puentean a los
gallos del corral. La cosa promete y, como se ventila en los muy sesgados
medios, pronto se llenará de episodios chuscos.
Podem en Catalunya, que pasó hace un
tiempo una crisis a raíz de la salida de Dante Fachín, creo recordar, aparece
fiel aliada de Catalunya en comú, el partido de Colau y más gente. Y es,
cómo no, un partido de orden.
Los comunes han decidido clarificar su posición contraria a la
independencia mediante un documento programático
aprobado por el Consell Nacional que, es de suponer, será la máxima autoridad
entre congresos. Una especie de ideario o programa de acción que pretende eso,
clarificar, acabar con la ambigüedad que les viene caracterizando. Y lo han
hecho de forma sutil, taimada, ambigua. Hay que interpretar.
El razonamiento es retorcido. Comienza
deslumbrando con una fórmula brillante, una propuesta insólita: una Constitución
dentro del Estado español. Ahí es nada: Constitución, Estado, magnas palabras;
prueba de que tratamos asuntos serios, graves.
A continuación se expone cómo se llevará a
cabo esa propuesta: mediante un referéndum pactado con el Estado. Esto se
entiende fácilmente y hace coincidir a los Comuns con los independentistas: un
referéndum de autodeterminación pactado con el Estado en el que los comunes
propondrían esta fórmula intermedia entre la autonomía y la independencia. ¿Por
qué no? Los indepes preferimos un referéndum binario: independencia sí o no.
Pero, cambio de que haya referéndum, nadie objetará a negociar opciones siempre
que una de ellas sea "independencia".
¿Y si el Estado se niega a pactar
referéndum alguno? Mejor dicho, ¿y si se sigue negando a pactar referéndum
alguno? Porque negarse, ya lo ha hecho y en ello está. No es un secreto para
nadie que no hay posibilidad de que el Estado español pacte un referéndum de
autodeterminación si no es a la fuerza. Por eso la propuesta de los comunes
tiene trampa: condicionan su fórmula a un referéndum pactado porque saben que no
se pactará jamás. Se elimina la ambigüedad. Los comunes rechazan la
independencia. Paladinamente.
Porque ¿qué se propone entre tanto,
mientras se consigue el referéndum pactado? ¿Se propone acudir a la
unilateralidad, proseguir la DUI, ya proclamada en sede parlamentaria, el 27 de
octubre, cuando Coscubiela mostró en público su voto negativo? De ningún modo.
Se propone esperar gestionando mientras tanto los asuntos cotidianos en el marco
autonómico que los dioses nos han dado. La ambigüedad ha quedado definitivamente
aclarada: los comunes solo aceptarán la independencia si se la impone la mayoría
del electorado en un referéndum en el que ellos van a votar otra cosa. ¿Está
claro?
Por eso se queja amargamente la plataforma soberanista del partido. Aparte de señalar que la declaración, programa, ideario o lo
que sea se ha aprobado en un órgano sin previa consulta a las bases, los
soberanistas detectan ausencias reveladoras en el documento: no se habla de
República Catalana, ni del mandato del 1-O, ni de independencia. Es natural:
Catalunya en Comú no quiere la independencia, ni deja de quererla si se la
imponen democráticamente. Lo extraño es que los críticos no lo vieran
antes.
En cuanto a la brillante propuesta, tiene
aspectos divertidos. No lo llaman confederación porque no los tilden de
alucinados, pero es lo que es. Y su inconsecuencia queda patente por cuanto no
especifican si la Constitución será monárquica o republicana. No lo hacen por no
pillarse los dedos. Prefieren pillarse la lengua. Obviando este pequeño
detalle, queda por averiguar en qué se distinguiría una Constitución de un
estatuto de autonomía fuera de en el nombre; cuál sería su garantía frente a
una intervención arbitraria del poder central, de las acostumbradas. Esa
garantía solo puede darla la independencia y, por tanto, de lo menos que se está
hablando es de Confederación.
Queda a la imaginación del lector el tipo
de reforma constitucional preciso para transformar el reino de España en una
confederación.
Pero, en fin, esta es la propuesta y cada
cual tiene derecho a formular la que estime pertinente.
Hay un sector del independentismo proclive
a entenderse con los comunes. Estos lo animan, poniendo el acento en las
cuestiones sociales de la izquierda. El problema es que ese entendimiento solo
puede hacerse con merma del objetivo independentista. Un problema sin solución
porque la independencia es la única estrategia de supervivencia. El Estado no va
a ceder ni el mínimo necesario para que los partidarios del entendimiento puedan
justificar el aplazamiento del objetivo sumándose a la estrategia de la
espera.
Recuérdese el mito de Pandora: la esperanza es lo último que se
pierde. Lo único que quizá deba aquí ahora aclararse es esperanza ¿de qué? Los
comunes lo dicen claramente: esperanza de seguir como estamos. Los indepes
partidarios de entenderse con esta gente ¿qué esperanza tienen?
Publicado por Ramón
Cotarelo
Recuérdese el mito de Pandora: la esperanza es lo último que se pierde. Lo único que quizá deba aquí ahora aclararse es esperanza ¿de qué? Los comunes lo dicen claramente: esperanza de seguir como estamos. Los indepes partidarios de entenderse con esta gente ¿qué esperanza tienen?
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